“Manuel Granero, Vicente Blasco Ibáñez y la primera estrella de Hollywood”

Artículo publicado en la web de "El Estoconazo" en agosto de 2020


Cuando se habla de Blasco Ibáñez, se habla de uno de los literatos más importantes de la historia de nuestro país y quizás de uno de los que más popularidad tuvo en vida, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Tras la exitosa película “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” basada en la novela del escritor valenciano que fue estrenada en 1921, los magnates de la industria cinematográfica decidieron proponer a Blasco Ibáñez llevar a la gran pantalla otra de sus famosas novelas: “Sangre y Arena”.
Con guión del propio autor valenciano y de June Mathis, la película fue dirigida por Fred Niblo y contó con los actores Rodolfo Valentino (como protagonista, interpretando al torero Juan Gallardo), Lila Lee y Nita Naldo. (1)

Cartel de la película

Cartel original de la película


El protagonista de la película, nacido en Tarento (Italia) pero naturalizado estadounidense, fue el actor más cotizado de su tiempo y está considerado como el primer artista del “Star-system”, es decir, la primera gran estrella de Hollywood. Si bien es verdad que en 1921 (fecha en la que se empezó a grabar la película en Estados Unidos) aún no era tan conocido, su afán por ser una gran estrella lo llevó a solicitar al director de la película y al equipo hacer un viaje a España para conocer de primera mano el mundo que iba a interpretar.

Así fue como, guiados por Vicente Blasco Ibáñez, los responsables de la película y el actor principal viajaron a las principales ciudades taurinas de nuestro país (Sevilla, Córdoba, Madrid y Valencia) haciendo acopio de cuántos materiales necesitaron, tales como trajes de luces, mantillas o utensilios para la lidia y recogiendo en sus cuadernos de notas todo lo que veían de castizo por estas ciudades.
Rodolfo Valentino, enamorado del papel que iba a interpretar, le pidió encarecidamente al novelista que intentara concertar una cita con un torero antes de hacer el paseíllo para ver cómo se vestían los diferentes actuantes y comprobar de primera mano el nerviosismo y la actitud de los espadas antes de jugarse la vida en la Plaza.

Blasco Ibáñez, natural de Valencia, contactó con su amigo Manolo Gómez Domingo a sabiendas que este era compadre (2) de la máxima figura del momento: Manuel Granero. El diestro, con su simpatía y bondad características, le dijo a su amigo que fueran antes de la décima corrida del abono madrileño de 1921 para ver como se vestía. (3)

Emocionado con la idea, Rodolfo Valentino acudió con Blasco Ibáñez a conocer a Granero y, armado con un bloc de notas y una estilográfica, fue apuntando el nombre de todas las partes de la indumentaria torera. El torero, que portaba esa tarde un maravilloso vestido color crema con los adornos en azabache, le iba contando al actor la historia y funcionalidad de cada prenda, a la vez que su mozo de espadas, el recordado Joaquín Sanchis “Finezas”, se las iba colocando. Puesto que Valentino no conocía el castellano, don Vicente actúo de intérprete.

Granero, divertido con la situación, y tal como recuerda el tío y representante del torero, Paco Juliá, al ver el entusiasmo del actor, le comentó:

- Con un traje como éste, no hay más remedio que arrimarse… ¡Esta tarde les voy a ofrecer la oreja que corte!


A pesar de que Paco Juliá no hace referencia a esta segunda parte de la conversación, Manuel Serrano Romá (grandioso aficionado y director durante años del Museo Taurino de Valencia), en su libro anteriormente referenciado, cuenta que Blasco Ibáñez, tras la exclamación de Granero, llamó aparte a Manolo Gómez Domingo y le dijo algo parecido a:

- Dile a Granero que no cometa ninguna locura, que estos yanquis no entienden de esto y todo lo que haga les parecerá bien.

Y vaya si cumplió el torero, puesto que este 17 de mayo de 1921 cuajó una de sus mejores tardes en la antigua Plaza de Toros de Madrid con un encierro de Santa Coloma y compartiendo cartel con Chicuelo y Varelito. El torero cortó una oreja a su primer toro de nombre Rondeño y le hizo uno de las mejores faenas de la historia del antiguo coso de la Carretera de Aragón al toro que cerraba plaza, de nombre Malacara. La espada le privó de los trofeos, pero no importaba, puesto que se consagró ante la afición más exigente como la máxima figura de la torería de la época y fue cuando definitivamente, la prensa lo sentó en el trono vacante que había dejado el inolvidable Joselito. Pero esto, ya es otra historia.

Así es como coincidieron tres de los personajes más importantes de la cultura de la época: la máxima figura del escalafón taurino, el literato más exitoso y el actor que inauguró la era Hollywood.

(1) Gallardo Uribe, F. (2007): “Cine de Luces: el cine y los toros”. Sevilla, Ed. Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía en Sevilla, pp. 27.
(2) Granero apadrinó a uno de sus hijos. Instantánea del bautizo recogida en Ferragut J. (1922): “Granero, el ídolo: vida, amores y muerte del gladiador”. Madrid, Ed. Hernández y Galo Saéz, pp. 19.
(3) Serrano Romá, M. (1997): Manuel Granero, una muerte marcada. Valencia, Ed. Diputación de Valencia, pp. 169-170.

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