EL IMPACTO DE LA MUERTE DE MANUEL GRANERO
En este artículo, no contaremos los pormenores del trágico suceso, para centrarnos en las distintas reacciones que causó en las horas y días después entre diferentes personajes del entorno del torero y de la sociedad española de la época.
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Granero en la enfermería de la antigua Plaza de Toros de Madrid (apunte del natural del artista Roberto Domingo) |
Finalizado el momento trágico y tras conseguir quitar al toro del cuerpo del torero, la reacción de los profesionales taurinos que se encontraban en el ruedo fue de auténtico espanto.
Al levantarlo del suelo, se aprecia la total gravedad del asunto, pues el rostro de Granero aparece completamente desfigurado y son un grupo de empleados de la Plaza los que abren rápidamente una puerta de acceso al callejón y lo llevan apresuradamente a la enfermería. Muchos de los que se encuentran allí, vuelven la cara horrorizados para no ver el drama, pero las dos reacciones más llamativas fueron la de dos personajes muy cercanos al torero: Blanquet y Finezas.
El péon de confianza de Gallito y uno de los subalternos más importantes de la historia, comienza a deambular por el ruedo tapándose la cara con las dos manos, se queda bloqueado y sin reacción, seguramente pensando en si se podría haber hecho algo más para evitar el fatal desenlace. Algunos testigos mencionan que comienza a sollozar, la tragedia de Talavera volvía a repetirse...
La reacción de su mozo de espadas y buen amigo, Finezas, es totalmente opuesta. Dejando clara su capacidad resolutiva, intentó primero salvar al torero golpeando al toro desde la barrera con un bastón y consumado el percance, corre junto al grupo de trabajadores de la Plaza camino de la enfermería sujetando la cabeza de su jefe.
Otro impacto destacable fue el que tuvieron los espectadores de la corrida justo después del percance. Marcial Lalanda, que era el único matador que quedaba en el ruedo (y que confirmaba alternativa en esta corrida) tuvo que sobreponerse a la terrible cogida y a un público que se encontraba nervioso y asustado.
Entre voces que clamaban contra el toro de Veragua, llamándole asesino y gran número de insultos, tuvo que trastear al animal y tras dos pinchazos, media estocada y descabello, acabó con el fatídico toro.
El público, cada vez más exaltado, comenzó a increpar a los toreros, culpabilizándolos de no haber acudido con suficiente prestancia al quite. No tardaron en solicitar la suspensión de la corrida y para que el presidente (don Mariano de Miguel) acatara sus deseos, no dudaron en saltar en gran número al centro del ruedo. Sin embargo, no existió unanimidad, y algunos exigieron que la corrida continuara, lo que causó un gran alboroto e incluso algunos altercados, con varios heridos y detenidos.
Finalmente, se impuso el sentido común y se suspendió la corrida, no sin antes producirse un lamentable altercado: un aficionado agredió a Marcial Lalanda cuando se disponía a abandonar el ruedo con su cuadrilla.
Cuando un torero llega a la enfermería, en la mayoría de los casos, se puede hacer algo para salvar su vida, pero en el caso de Granero fue del todo imposible y así lo comprendió el equipo médico que estaba en la Plaza, con el doctor Hinojar a la cabeza.
A los pocos segundos del inicio del lavado de las heridas, falleció el torero, por lo que el trabajo médico se limitó a la reconstrucción lo mejor posible de la cara del torero. Un sacerdote, coadjutor de la Parroquia de Covadonga, que se encontraba allí y además lo conocía, fue el encargado de administrarle los últimos sacramentos.
Pero si a alguien le afectó el suceso en la enfermería fue a Juan Luis de la Rosa, que se encontraba allí por una cogida anterior y estaba siendo curado por el doctor Muñoyerro. Al ver movimiento, quiso interesarse por la salud de su compañero y amigo de juventud, pero al ver entrar el cuerpo, fue tal la impresión, que cayó desvanecido.
En la Plaza, se encontraba la persona más querida por Granero, su tío y apoderado Paco Juliá. Cuando se percató de la gravedad del asunto, y salvando todas las dificultades que encontró a su paso (pues sus allegados, conscientes de la gravedad, intentaron impedir por todos los medios que se moviera de su localidad) llegó hasta la enfermería, golpeando con fuerza la puerta de la misma exigiendo ver a su sobrino.
Varias personas que se encontraban allí, incluidos algunos agentes de la ley, intentaron tranquilizarlo, pero fue imposible. En un momento en el que salió de la enfermería el empresario de la Plaza, consiguió asomarse y sus peores presagios se cumplieron: pudo ver una camilla de operaciones con un cuerpo inerte cubierto por un sudario blanco.
Para Juliá, su sobrino era prácticamente toda su vida, pues más allá de una relación profesional, los unía un fuerte vínculo familiar, ya que para el torero su tío fue un auténtico padre. En un ataque de nervios, cogió una pistola de un agente de la ley presente en el lugar e intentó quitarse desesperadamente la vida, evitándolo Joseíto de Málaga y Paco Madrid, no sin bastantes dificultades.
El tío del torero, lo sintió como nadie, y no se separó del cadáver de su sobrino en ningún momento.
Sus otros dos familiares más cercanos, su padre y su hermana Consuelo, se encontraban en Valencia, y no llegaron a Madrid hasta las 13:30 horas del lunes 8. El padre, aceptó el fatal destino con más o menos tranquilidad, pero su hermana, una joven de 18 años que Granero quería profundamente y además mantenía, protagonizó una escena desgarradora al llegar a la capilla ardiente, pues se desplomó, entre grandes gritos y sollozos, encima del cuerpo de su hermano siendo imposible intentar tranquilizarla y persuadirla para que se separase del cuerpo de su desventurado hermano, cosa que se consiguió hasta algunas horas después.
El impacto en el mundo del toro
Manuel Granero, en su corta existencia, además del puesto más alto del escalafón, conquistó y consiguió, casi por unanimidad, el respeto y la amistad de los compañeros de profesión y de los ganaderos de toda España.
El dolor por su pérdida entre estos personajes no se hizo esperar, pues parecía casi imposible (como ya se pensó con José en Talavera) que un toro pudiera haber acabado con la vida de un torero tan seguro como el valenciano.
Hasta la capilla ardiente, se trasladaron rápidamente todos los toreros que se encontraban en la capital, así como representantes de los banderilleros y picadores del momento. También algunos ganaderos, a excepción del Duque de Veragua, que recibió tal emoción al conocer la muerte del torero por un toro de su ganadería, que se sintió indispuesto y no pudo personarse en la enfermería.
El Duque, envió una hermosa corona de flores, que se unió al gran número que llegó a lo largo de la noche, destacando la de su amigo Chicuelo, que se encontraba asumiendo distintos compromisos en tierras francesas y no pudo acercarse a despedir a su amigo y la de los toreros más importantes del momento, a excepción de Sánchez Mejías, asunto que causó cierto revuelo en los días posteriores entre la prensa rosa.
También enviaron coronas los ganaderos salmantinos más destacados, los apoderados y empresarios de primera fila, las distintas organizaciones profesionales de la tauromaquia, las asociaciones y clubes de aficionados y hasta las oficiales de la sastrería Uriarte (casa encargada de confeccionar los trajes del valenciano) se acercaron con unos hermosos ramos de flores que depositaron sobre el féretro.
En este artículo mi intención ha sido demostrar la profunda admiración que sentían los personajes de la época por la figura de Manuel Granero, y como su muerte fue un duro palo para la tauromaquia y para la sociedad en general, especialmente para aquellos que lo conocían o eran personas cercanas.
(1) Cartas de Francisco Juliá del Archivo Carlos Gil
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